Revista Sala de Espera Venezuela Revista Sala de Espera, Edición Venezuela
Desde niña, la diseñadora sintió atracción por un aparato provisto de hilos, ruecas y una pedalera. Se dejó seducir por la conjunción de colores, hizo volar su imaginación y hoy presenta una propuesta cuya filosofía principal es romper paradigmas
Por Juan Eduardo Fernández
De pequeña, Adriana Gutiérrez ya jugaba con la máquina de coser de su mamá. A los nueve años hizo su primer vestido, era de color rosado y le encantaba. Al crecer siguió los patrones impuestos por una familia tradicional, pasó la secundaria y se inscribió en Derecho. Confiesa que en esa época de su vida tardaba más en arreglarse que en las aulas de la Universidad Santa María. Un día, a los 19 años, se enfrentó a todos y tomó una decisión: dejar los tribunales y retomar los hilos y las agujas. Fue así como dio a parar al Instituto de Diseño de Las Mercedes.
Cuando comenzó con su emprendimiento, las cosas no salieron como esperaba. Entró en un estancamiento, tocó puertas e incluso estuvo a punto de trabajar con una diseñadora de renombre, pero la fe en su sueño y la posibilidad de pasar más tiempo con su hija le hicieron tomar la decisión de rechazar la oferta laboral. Las cosas fueron fluyendo gracias a que Adriana descubrió la forma de modificar los famosos jeans Levi?s para que quedaran ceñidos al cuerpo. El éxito fue tal que sus amigas, sus hermanas y las amigas de sus hermanas comenzaron a buscarla para que ajustara la pieza, luego empezó a diseñar vestidos y accesorios por encargo y dio inicio a la empresa Adriana Gutiérrez.
Adriana confiesa que las redes sociales han sido una herramienta poderosa para dar a conocer su negocio. De hecho, cuenta con un perfil en Facebook, donde expone sus diseños y es contactada por personas para encargarle piezas. Eso la hizo montarse sobro otro proyecto: la tienda Adriana Gutiérrez. Pero no una tienda convencional. Se trata más bien de un establecimiento online donde las personas puedan hacer click sobre la foto y, a los pocos días, recibirán una pieza similar a la seleccionada en su casa u oficina.
Otro de los nichos que han permitido la expansión del emprendimiento han sido los mercados de diseño, calificados por Adriana como una bendición. Gracias a ellos, los diseñadores jóvenes no sólo han podido dar a conocer su trabajo, sino también hacer alianzas y apoyar a los más jovencitos. Al respecto, comenta: “He asistido a alrededor de 20 mercados de diseño. La verdad perdí la cuenta, pero recuerdo con mucho cariño el primero de ellos: se llamaba Jardín Creativo y fue en El Hatillo. Estaba súper nerviosa y no sabía cómo era la mecánica. Fue muy bonito porque los otros diseñadores me ayudaron muchísimo, me sentí como en casa y además vendí muchísimo. Definitivamente, el mercado de diseño es el lugar donde me gusta estar. Es mi mercado”.
Adriana denomina su estilo como diseño fusión, pues toma elementos de cada cultura y “los baña” de los colores del trópico. Actualmente, la diseñadora trabaja en una línea para el hombre de hoy, donde se rompa el patrón del traje y la corbata. Las razones, las explica sin medias tintas: “El mundo ha cambiado, el hombre ha cambiado y, por ende, los estilos deben reinventarse… no se extrañe que en poco tiempo veamos a un hombre con una falda escocesa, pero de estampado caribeño”. En esto de romper esquemas no hay límite, y Gutiérrez lo sabe.
