domingo , septiembre 8 2024

Apple y el FBI chocan por el terrorismo

Por Oscar Medina @oscarmedina1

La mayoría de nosotros no nos preocupamos mucho por resguardar la privacidad de nuestras computadoras y teléfonos móviles. Damos por sentado el hecho de que como no estamos involucrados en asuntos ilegales, ni constituimos una amenaza pública, a nadie le interesará leer ese montón de conversaciones o husmear en archivos personales que resultarán intrascendentes para cualquier organismo de seguridad que pierda su tiempo fisgoneando.

Pero resulta que sí hay tal cantidad de gente demandando por dispositivos seguros, y que los fabricantes de teléfonos inteligentes se han visto en la obligación de desarrollar sistemas de protección. Y al parecer Apple ha devenido en líder en esta materia.

En Estados Unidos —y en muchas otras partes del mundo- la lucha contra el terrorismo ha dado una excusa casi perfecta para que el Gobierno invierta una enorme cantidad de recursos en la implementación de tecnología para monitorear llamadas telefónicas, correos electrónicos y cualquier otro tipo de intercambio de datos. En 2005 el diario The New York Times reveló que la administración del presidente George W. Bush ordenó a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) espiar las comunicaciones electrónicas de los estadounidenses sin que mediara una orden judicial. Y en 2012 la magnitud del poder de la NSA quedó expuesto con las revelaciones de Edward Snowden: el ojo del Estado podía verlo todo.

Desde entonces —con subidas y bajones- el debate por los derechos ciudadanos se ha mantenido encendido: ¿justifica la guerra contra el terrorismo semejante nivel de intromisión?

Por estos días un nuevo caso plantea una arista diferente a la discusión. Syed Farook, un empleado del Departamento de Salud del condado de San Bernardino, en California; y su esposa Tafsheen Malik, irrumpieron en una fiesta navideña en diciembre de 2015 y asesinaron a 14 personas. Farook, estadounidense de origen paquistaní y Malik, nacida en Pakistán y con poco más de un año de residencia en ese país, fueron dados de baja por la acción policial que evitó una masacre mayor. Además de armas, explosivos y alguna evidencia de relación con la organización terrorista Estado Islámico, las autoridades incautaron el teléfono celular de Farook: un iPhone 5C.

A principios de año el FBI comenzó sus gestiones para tener acceso al móvil del terrorista bajo el criterio de que podría contener información valiosa. Pero como todo iPhone, el utilizado por Farook está bloqueado con una clave solo conocida por su usuario. Y si bien el FBI cuenta con la tecnología para descifrar el código, el iPhone cuenta con una protección especial: si se introducen claves incorrectas en 10 oportunidades toda la información contenida en el teléfono se autodestruye. Y en esencia la herramienta del FBI es una computadora con la capacidad de generar 12 contraseñas de cuatro dígitos por segundo hasta dar con la correcta.

El FBI solicitó la cooperación de Apple al menos para que anulara el sistema de bloqueo y posterior eliminación de la información almacenada, pero la compañía se negó al punto de que apeló una orden judicial emitida por un tribunal. El CEO de Apple, Tim Cook, difundió un comunicado en febrero en el que explicó que acatar la orden representaría ir en contra de la seguridad de los usuarios de iPhone y que desarrollar ese sistema podría sentar un precedente peligroso de cara al futuro —otros gobiernos, incluso regímenes represivos podrían pretender lo mismo- y al mismo tiempo implicaría un riesgo evidente si por alguna razón cae en otras manos.

El debate moral es complejo, ¿no?

La negativa de Apple, sin embargo, no detuvo al FBI. Un tercer actor no identificado resolvió el acertijo y los federales lograron “entrar” al teléfono de Farook. De momento, el FBI se ha reservado detalles sobre la información encontrada en el dispositivo y no ha compartido con la compañía el mecanismo que permitió vulnerar los cerrojos del iPhone 5C. Lo que ha hecho, por el contrario, es ofrecer ayuda a otras agencias policiales y de seguridad en casos en los que sea necesario “desbloquear” algún otro móvil de Apple.

El FBI ha catalogado de “confidencial” el sistema por razones obvias, pero entre ellas hay que considerar una que es fundamental: si Apple sabe cómo lo hicieron, aplicarán correctivos para blindar aún más sus dispositivos. Ahora el secreto de Apple está en manos del FBI, pero ¿estará seguro? Existe el riesgo de que en medio de un juicio en el futuro, algún juzgado ordene que se exponga cómo fue que se obtuvo determinada información de un iPhone.

Ya en este punto la discusión es todavía más complicada: ¿hizo lo correcto Apple al no colaborar con el FBI? ¿Hace bien el FBI en no compartir el sistema con Apple? ¿O acaso la compañía sí trabajó con la agencia y para evitarse problemas acordaron mantener el secreto? Cada respuesta conduce a más preguntas.

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