lunes , septiembre 16 2024

Berna es una ciudad abstracta llena de música y silencios

Todos te preguntan, ¿ya visitaste al oso? cuando uno va buscando a Paul Klee. La clave está en el texto

“La música es la madre de todas las artes… Veo por todas partes arquitectura, líneas de ritmo, superficies de ritmo… El arte no reproduce aquello que es visible sino que hace visible aquello que no siempre lo es” Paul Klee Texto y fotos de María Ángeles Octavio — mariaoctavio@yahoo.es

Hay ciudades que suenan, que tienen melodías. Las notas musicales acompañan los pies de quienes las transitan. Hay ciudades que se presentan sin mostrar aquello que las hacen vibrar. Sólo el paseante sensible y a la vez desprevenido tiene la capacidad de ver más allá de lo que está frente a él, sólo el alma libre puede escuchar la música de una ciudad. Berna, la ciudad de Paul Klee, vadea al ritmo de Bach y Mozart, compositores favoritos del artista. Berna es una ciudad llena de música, es una ciudad abstracta. Su armonía y su belleza nos llegan prescindiendo de la realidad que conocemos. Cuando las notas musicales y los silencios están en su justa proporción y cadencia, esta combinación de sonidos nos deleita y nos llega a nuestra alma profundamente. Detrás de su apariencia de piedra Berna esconde una gama de colores y poesía que elevan las pisadas. Todo puede pasar, todo está próximo.

—¿Ya visitó el oso? Nos preguntaban cada vez que pedíamos una dirección. No comprendíamos a qué se referían. —¿Ya visitó el oso? Nos insistían cuando quisimos montarnos en el tranvía para ir al Paul KleeZentrum.

Llegar al centro de la ciudad fue como si entráramos en una sala de conciertos. Habían dos violinistas debajo de una arcada a la derecha y otro violinista del lado izquierdo al aire libre. La música navegaba por el Lauben, las arcadas que atraviesan la ciudad entera, las notas flotaban a lo largo de los 6 kilómetros de aceras techadas que permiten hacer compras independientemente del tiempo que haga. Este sonido de las cuerdas se fusionaba con el ruido del agua de las fuentes, el paso del tranvía, el reloj que marcaba las horas y el sonido de la gente que iba y venía. La embriaguez de sonido e imágenes fue tan enorme que pensamos que estábamos drogados y alucinábamos con que la gente nos preguntaba si habíamos visitado el oso.

El casco antiguo de Berna está ubicado sobre una península fluvial del río Aare, es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. La ciudad de Berna fue fundada en 1191 por el duque Berchtold V de Zähringen en una protegida península fluvial, que fue fortificada con fosos, murallas y una torre de defensa. Con el transcurso de los siglos, la ciudad se expandió varias veces más allá de sus muros defensivos. Hasta que la torre de defensa quedó ubicada en el centro de la ciudad. Tras un incendio en 1405, la torre fue reconstruida como la torre del reloj y desde entonces ha pasado a llamarse Zytglogge.

Con sus numerosas fuentes, fachadas de arenisca, callejones y torres históricas, la capital de Suiza, Berna, ofrece un aire medieval singular. La vista más bella al casco antiguo a orillas del río Aare se disfruta desde el Rosengarten un jardín que resguarda más de doscientas especies de rosas está encima del Bärengrabenla fosa de los osos o bien desde la plataforma de la catedral de 101 metros de altura.

—¿La fosa de los osos?, me pregunte a mi misma. Bärengraben, repetí. Qué nombre tan particular para un lugar turístico. Él me miró como si estuviera loca, me insistió en que buscáramos la secundaria donde había estudiado Paul Klee.

Klee estudió en el Progymnasium en el centro de Berna. No fue un alumno modelo. En 1889 aprobó a duras penas los exámenes finales del bachillerato. En su diario escribió: “Hubiera abandonado con gusto la escuela durante el último año de estudio, pero mis padres se oponían. Me sentía como un mártir. Me gustaba hacer sólo aquello que no me estaba permitido: dibujar y escribir”. Cuando no pintaba, tocaba el violín o escribía poemas. Los padres querían que emprendiera la carrera de músico, pero Paul tenía otros proyectos. Sólo dos meses después de haber concluido los exámenes del bachillerato, abandonó la casa paterna para iniciar estudios de dibujo en una escuela privada en Múnich, Alemania. Paul Klee pasó cuatro años fuera de casa durante un paréntesis rico en acontecimientos. Completó los estudios formales en bellas artes, encontró y estableció una relación amorosa con quien más tarde sería su esposa, y visitó Italia.

Según una leyenda, fue su abuela materna quien estimuló su vocación artística regalándole papel y lápices de colores cuando apenas tenía tres o cuatro años de edad. Klee solía recordar que su trayectoria artística había comenzado durante aquellos años de infancia y consideraba como parte de su obra algunos dibujos realizados cuando apenas era un niño. Los dibujos de su adolescencia dejan ver su interés por el ambiente que le rodeaba. Dibujaba los paisajes de Berna, y cuando visitaba a sus parientes o viajaba por Suiza con su padre, llevaba siempre consigo el cuaderno de bosquejos.

—¿De qué oso me habla usted? Le pregunté a una señora que venía sentada junto a mi en el tranvía mientras nos dirigíamos hacia el Paul KleeZentrum.

—Berna y el oso, su animal heráldico, están estrechamente vinculados. No olvide visitar el Bärengraben, fosa de los osos, donde puede dar de comer zanahorias a estos entrañables animalitos. Me dijo, mientras se preparaba para bajarse. Mi duda no quedó muy clara.

—Próxima parada Paul KleeZentrum. Dijo el conductor del autobús.

A lo lejos en medio de un campo de maíz se levantan tres olas blancas. Los ojos se lanzan como si esta construcción fuera un tobogán. Arriba ven la Berna de antaño y al bajar ven el derredor del museo. Este museo fue construido por Renzo Piano un afamado arquitecto que tiene en su haber muchas edificaciones majestuosas, pero este museo es una iluminación. Esta clavado en la colina como una peineta. Los árboles forman parte del museo, el museo forma parte de la naturaleza. Renzo Piano dice que al ver las colinas en el horizonte quiso hacer eco de su sinuosidad e imaginó tres curvas continuas. Paul Klee también experimentó con las líneas curvas: reflejadas y traspuestas. “A veces la línea es la forma en si misma, a veces, es el contorno. Cuando se sobrepone desaparece dejando solamente en inter espacio”, decía Klee. El resultado de estas reflexiones funciona de forma orgánica, como un área de colinas o el curso de un río. La ley oculta de la forma se puede sentir mas no reconocer. Una vez dentro del museo la sensación es aérea. El museo está construido con mucho vidrio, hace las veces de una nube en la que uno se transporta por la abstracción del mundo y el cielo de Paul Klee.

—¿Dónde queda Bärengraben?, le pregunté a uno de los guardias del museo. Me dijo que tomara el autobús afuera y me detuviera en la parada “Jardín de rosas”. Así lo hicimos. Todavía no estábamos claros en qué encontraríamos en este lugar. Comenzamos a ver letreros que tenían el dibujo de un oso. Hasta que lo vimos. Allí estaba, majestuoso y dormido, el oso del que todos en Berna me hablaban. Resulta ser que el oso es el símbolo de Berna, esta relación data de los tiempos de su fundación cuando el duque Bertoldo V alimentó a sus primeros colonos con carne de su primera pieza de caza, un oso. La historia constata que diez siglos después el animal sigue presente entre los berneses y para recordarlo funciona en la ciudad la fosa de los osos o Bärengraben. Esta es una fosa que data del siglo XIX y que está ubicada a la entrada de la misma ciudad yendo hacia el puente Nydeg. La fosa está junto al río en un espacio rodeado de árboles. Desde este punto de la ciudad podemos admirar la península sobre la cual descansa la ciudad de Berna. Allí vemos una abstracción de casas y techos que más que una ciudad recuerdan un cuadro de Klee. Alineadas, apiñadas, coloridas, así vemos este paisaje urbano. Es el ángulo, es la música, son los ojos de Klee los que nos regalan esa visión, es la percepción del oso, un animal noble la que nos permite contemplar esta imagen.

Hay que volver a Berna, con calma, con paz, para regresar de nuevo llenos de inspiración. Las cartas que Paul Klee escribió en vida sugieren que le gustaba mucho estar en Berna, porque sus visitas le permitían cultivar sus actividades preferidas, mientras la familia se ocupaba de Felix, su hijo. La impresión que Goethe se llevó de Berna refleja este sentimiento a la perfección: “Es el lugar más bello que nunca he visto”.

Revive la experiencia del Impreso On-line

Revisa Tambíen

Guaco presenta ZigZag en plataforma digital

Con más de cinco décadas de éxito sostenido, Guaco sigue siendo sinónimo de movimiento y evolución, es …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *