domingo , septiembre 8 2024

Cristiano Ronaldo no necesita barba

Sin dejarse llevar por la corriente de los tiempos, según la cual los atletas llevan pobladas pelambres en sus rostros, el portugués hace goles imposibles para el Real Madrid. Tal vez sea porque él no es de este mundo, sino de otro que está por inventarse

Por Cistóbal Guerra – crisluisguerrayahoo.com – @camisetadiez

Solo hay que sentarse frente al televisor cualquier día para tener en casa un arrebato de pelos de todos colores. Los juegos de béisbol, fútbol y baloncesto son ahora ese festival de barbas, para mucha gente de mal gusto, que marcan a los atletas contemporáneos.

Hace unos días, por recordar un partido, vimos esto: en el Real Madrid, Carbajal, Benzema, Isco y Marcelo llevaban su pelero puesto, como si no llevar la barba fuese estar un paso atrás de las modas de la sociedad actual.

Pero hay quien no le hace caso a usos ni corrientes, y alejado de las tonterías de la época, se ocupa de lo suyo; y lo suyo es no dejar una red viva. Las castiga, las estremece, las revienta. De eso supo el Bayern Munich en los cuartos de finales de la Champions League, y de eso supo también, cómo no, el Atlético de Madrid en las semifinales. Sin barba, con su pelo muy cortito y recién pintado de un amarillo casi rojizo, Cristiano Ronaldo no se anda con chiquitas.

Y él no parece ser de este mundo, sino de otro que está por inventarse. Puede que no sea el tipo que enceguece con gambetas y burlas al adversario como Lionel Messi o Neymar; él no está para esas jugarretas que a veces sirven y otras no tanto. Él va a fondo, mete pierna y cuando merodea el área hay un temporal que estremece a cuanto zaguero asome en retaguardia.

Si nos ponemos a ver, la barba ha de ser un estorbo. Algo más de lo que preocuparse en cada acción de cada partido. Además, hay que cuidarla (bueno, esto no es con el brasileño Marcelo), hay que podarla, y cada una desarrolla la personalidad de cada quién. Es, cómo no, un símbolo de los tiempos que corren. Tiempos tan diferentes a los de antaño, cuando ser barbudo era un símbolo de distinción, de una majestad indiscutible. No había intelectual o profesor que no se la dejara, aunque habría también que pensar en piratas de abordaje como Barbarroja o asesinos de mujeres como Barba Azul, más conocidos por sus delitos y sus pelos en las caras que por ellos mismos.

Los tiempos de la barba abundante en el deporte tal vez comenzaron con Johnny Damon, el “hombre de las cavernas”, que aunaba a su poblado rostro un cabello largo que sobrepasaba las fronteras de la gorra de los Medias Rojas de Boston y le daban ese aspecto temible. Al ser negociado por los Yanquis de Nueva York debió rasparse, porque el equipo de los rascacielos no admite este tipo de excentricidades. Hoy Dallas Keuchel, lanzador de los Astros de Houston, es el rey de un condado en el ya cientos de peloteros se han unido a la causa.

En el baloncesto de la NBA ha sido el astro James Harden el pionero: mete cestas de tres puntos para los Rockets de Houston, mientras se rasca el mentón. Ay, que sería de los rivales si el hombre no tuviera que preocuparse en los cuidados de su rica extensión, que no es por cierto una perilla, sino un territorio negro negrísimo.

Día a día crece el número de acólitos a esta tendencia, que no se sabe a dónde va a llegar. Entretanto, con Cristiano Ronaldo no va. Se afeita la cara antes de cada partido y listo, prepárense, porque ahí vienen los goles en los pies y el ingenio innegable del portugués implacable.

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