domingo , septiembre 8 2024

El auténtico sabor ibérico presente en Caracas

Los platos que conforman estas recomendaciones son fieles representaciones gastronómicas, que conforman menús cuidados y concebidos por oriundos de esas regiones que antes conquistaron América

Por Verónica Albero

En una mesa de seis puestos, vestida con un mantel blanco bordado reposan varios platos. En una bandeja se ve un conejo bien dorado, bañado en una llamativa y bien oliente salsa color rojizo —huele a laurel, tomate y demás especies—. Entre la salsa, sobresalen grandes trozos de papas. Es el plato principal. Al lado aguarda el arroz blanco decorado con pimentones y gisantes. Al otro extremo está una suculenta y muy colorida ensalada de tomates frescos, aguacate, julianas de cebollas moradas, mucha lechuga americana y aceitunas negras grandes, bañadas en aceite de oliva y un poco de vinagre. El postre aguarda en la cocina. Parecen tartaletas con crema. Y el vino está en la nevera, no puede faltar.

Ese es uno de los banquetes que María —de Oporto, Portugal— prepara para su familia, un domingo cualquiera. Es una mezcla de lo mejor de la comida tradicional de su tierra natal, acompañado por guarniciones muy propias de Venezuela, y que combinan en perfecta armonía y sabor.

Platos muy similares, con esa misma sazón de hogar son los que ofrecen en mesones que se instalaron en el centro de Caracas , y abren sus puertas diariamente para un público ávido de comidas auténticas, propias de otros puntos cardinales.

Manjares tradicionales de Portugal y España dominan los menús de varios establecimientos. Es el caso de La Rampiña, una tasca y restaurante de la parroquia Candelaria, de Caracas. El lugar cuenta con un espacio pequeño y pocas mesas, donde desde su apertura, se reúnen —en su mayoría- oriundos de Portugal, para degustar las comidas y bebidas autóctonas que ofrece su propietario, José María Magalais, en un ambiente muy intimo y familiar.

El lujo que podría faltar en sus modestas instalaciones sobra en sabor. Las especialidades: comidas típicas de las zonas rurales de la nación lusa como el bacalao guisado con papas (bacalhau), el cozido á portuguesa (cocido a la portuguesa), el Transmontana o el conejo a la cacerola que también sirve María, en su casa.

El cocido es una combinación de cortes de cerdo y carnes de res que se ablandan en agua junto a vegetales como repollo, zanahorias y papas. Por su parte, el Transmontana o Feijoada —también típico en Brasil— está compuesto por frijoles o caraotas negras en caldo espeso con chorizo portugués y carne de puerco en salazón que acompañan con arroz, gajos de naranjas y repollo salteado o acelgas.

Las sardinhas asadas no pueden faltar, igual que el Cabidela, un arroz preparado con carne de pollo, gallo o gallina guisado a base de la misma sangre del animal.

El caçarola de coelho (conejo a la cacerola) es muy propio de esta gastronomía y es uno de los platos más demandados en el mesón. Lo elaboran luego de marinar el conejo con el característico vinhadalhos, un preparado a base de vindaloo, un curry común en la cocina india y portuguesa, que mezclan junto a otras especies como el laurel.

El lomito a la Rampiña es una excelente preparación de la casa. Es lomito cocido en una exquisita salsa a base de vino, que sirven envuelto en jamón serrano, bordeado con patatas doradas al horno o fritas en aceite de oliva. Una delicia.

La entrada más popular es el pan do caco, que es pan portugués o broa untado con una mezcla de mantequilla aliñada principalmente con ajo y perejil. También ofrecen las pataniscas: buñuelos preparados con una mezcla a base de pan y bacalao, cocinados en abundante aceite, preferiblemente de oliva. Ese mismo aperitivo lo reinventaron utilizando pollo, en lugar del famoso pescado.

El vino porto no falta entre la selección de licores presentes en la carta. Además proponen el champarrião o champarrión, una bebida tradicional que sirven sobre todo en festividades, y elaboran mezclando vino tinto o blanco, cerveza y soda con sabor a limón o azúcar.

Los pastéis do Belém (pasteles de Belém) son el postre más solicitado y tradicional de Portugal, originarios de Lisboa, su capital. Son mini tartaletas de hojaldre que se rellenan con crema o nata pastelera y se cocinan al horno.

Todos los platos son preparados desde hace más de 30 años, siguiendo la misma receta, a fin de conservar el sabor que recuerda Magalais, como propios de la comida casera de su tierra.

Sabor a España

Y precisamente especializado en la comida tradicional española está el Barco de Colón, que se instaló en otra esquina de la parroquia La Candelaria (La Ferrenquín), para brindar a los locales las principales y más fieles muestras gastronómicas de ese país de Europa.

El mesón abrió sus puertas en 1990 para ofrecer una carta en la que domina la típica paella valenciana, el arroz a la marinera, la cazuela y el salpicón de mariscos, además de los callos a la madrileña, platos tan ricos en gusto como en historia.

Entre los aperitivos la tortilla española reina junto a la empanada gallega. La sidra se sirve y se usa también para condimentar los más emblemáticos platillos.

La decoración del lugar es peculiar y principal atractivo, acorde al nombre del restaurante. En la entrada llama la atención una brújula marina y el nivel principal, ubicado en el sótano, da la sensación de haber embarcado en alguno de los tres navíos que dirigió Colón hasta “Las Indias”, con una decoración con paredes de madera y ventanas pequeñas.

El olor a condimentos e ingredientes frescos, día a día atrae a transeúntes y vecinos que visitan frecuentemente el lugar. Algunos, sabidos del tema, afirman que ni en la propia Valencia española se prueba una paella tan exquisita.

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