jueves , septiembre 19 2024

El humor es cosa seria


“El intelecto de una persona se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar”.

Friedrich Nietzche.

Coincidiendo con la crisis mundial a escala financiera, ecológica, social, climática y de desempleo, emergen conductas vicarias compensadoras y evasivas: alcoholismo, delincuencia, adicción a drogas y juegos de azar, o consultas adivinatorias a “brujas” e “iluminados”. La historia de la humanidad muestra la repetición cíclica de tales hábitos. Afortunadamente, se incrementa también un escape nada patológico: el sentido del humor como terapéutica cultural.

¿Hablamos de risoterapia?

Y de algo más. Porque el humor abarca una vertiente más profunda y dinámica que la risa, el chiste o la broma. Es una filosofía -en ocasiones acerbamente crítica- apoyada en la realidad, en la paradoja de la incongruencia creativa y en el intelecto, ya sea éste popular o elitesco.

El humor es una forma de comunicación social que responde a estímulos, reglas y motivaciones de alta complejidad. Moliere, por ejemplo, fue más importante que numerosos reyes de Francia, porque expresó y “movió” conductas y reflejos colectivos, amplificados sobre escenarios que disecaban -a través de comedias, tragedias y sainetes- la cruda verdad de realidades humanas que pretendían disfrazarse con poses acartonadas o pacaterías religiosas.

Genealogía humorística

El humor ha sido, básicamente, de tradición inglesa. El “wit” constituye una manera habitual de reaccionar para el temperamento británico. Y nada más atractivo en la literatura y el habla de Albión que este modo de introducir un inesperado desequilibrio en la descripción de la realidad. El humor, así entendido, se convierte en una jocosa y muy seria “refracción”.

El humorista no refleja, sino que refracta y propone un nuevo equilibrio, a veces por la vía del absurdo. Tiene en sus manos la facultad de hacer reversible lo sublime y lo ridículo, planos separados por muy corta distancia, como el Paso de Calais.

El humor inglés tiene una estructura intelectual pura. El humor negro español y rioplatense contiene mucho de ácido sarcasmo. El “sprit” o la “boutade” francesa es una atmósfera, un aire, un clima, una instancia cultural. Pero el “wit” es toda una dialéctica, capaz de moverse con una frialdad singularmente aguda y agresiva.

Oblicuidad y formalismo

El humor elegante suele ser económico, elusivo y oblicuo. No se opone frontalmente ni busca la carcajada fácil, cuando no grosera. Toma un ángulo y desde allí dispara el imprevisible dardo. Es el más difícil, porque se cuela con un simple énfasis de voz, con una palabra colocada sutilmente, con un tenue giro que crea un contexto absolutamente diferente, sin mover necesariamente la urdimbre de la sintaxis convencional.

Por otra parte, el formalismo constituye un acicate para el humor. La rigidez protocolar y hueca, que impide la amplitud para comprender la tiesura mental que sitúa la apariencia por encima de la sustancia, al igual que el dogmatismo religioso o político, son los nutrientes ideales del humorismo. Sin rigidez, dogmatismo y solemnidad no habría quizá comicidad posible. Lo cómico se nutre de lo falsamente serio y así nos hace mirar el lado insólito de la realidad.

Borges ríe

La exploración de lo insólito con estupendo humor “wit” fue uno de los privilegios intelectuales del hombre que se burlaba de sus pupilas apagadas. En la escasamente difundida obra Borges por Borges, éste nos lleva al otro lado de un caleidoscópico espejo humorístico que nada tiene que envidiarle al de Carroll y sus Alicias. Humildemente, Borges señala que son meras conversaciones. Podría conjeturarse que son más. Lo cierto es que se leen entre carcajadas cerebrales. Como debe ser. Las inteligencias superiores conducen a ello.

Para ver la nota original en la revista haga click.

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