domingo , septiembre 8 2024

En el fondo del mar de la memoria

A veces, la rutina de la vida diaria es sobresaltada por eventos absolutamente inesperados. Personajes que emergen del anonimato a la noticia por circunstancias o hechos fortuitos, pero que, así como han llegado, dan vuelta y regresan al lugar donde siempre han vivido. Aquí hablamos de algunos de esos casos

Cristóbal Guerra – crisluisguerra@yahoo.com – @camisetadiez

De súbito en el deporte, como en la vida misma, surgen hechos inesperados. Especialmente porque son labrados por actores de poco relieve público, por aquellos tipos en los que poco se piensa.

Johan Alexis Ramírez, el “niño ángel” que ayudó a localizar y al rescate de los cuerpos en la tragedia del Chapecoense en Medellín, es uno de ellos. Su vida se trastocó a partir de este suceso, y lo convirtió insospechadamente en famoso. Hace unos días estuvo en los entrenamientos del Real Madrid, invitado por su compatriota James Rodríguez, y pudo vivir momentos para él impensados antes de que cayera el avión con el equipo brasilero en el vientre.

También, pero en sentido negativo, Birna, la muchacha de 20 años de edad asesinada en Islandia, un pequeño país escandinavo en el que un suceso así es una rareza extraordinaria: solo hay 1,8 muertes de este tipo cada año. Le tocó a ella, y su nombre resistió varios días los embates de la noticia cotidiana.

Mientras todo esto sucedía, en Inglaterra, Wayne Shaw, arquero suplente del Sutton United, equipo de divisiones menores, se convertía en un suceso al comerse una empanada en pleno partido. La casa de apuestas que patrocina al equipo daba 8 a 1 si esto pasaba, y el gordete arquero, de 322 libras de peso (146 kilos) y 45 años de edad, debió renunciar y regresar a su exilio por la moral del equipo y el sentido ético del fútbol.

En Alemania, los residentes irónicamente comentan y comparan la llegada al país de los turistas y los refugiados: “Mientras a los que vienen de visita les hacen un interrogatorio en los aeropuertos, a qué vienen, cuánto tiempo estarán, tienen familia aquí; a los refugiados les dan la bienvenida y los colocan. Mientras más harapos tengan, mientras peor vestidos estén, más atención para ellos”. 

Son asaltos de la existencia, como lo fue aquel gol de Casemiro ante el Nápoles en la Champions League. Un derechazo lejano, como un misil norcoreano, como un disparo de francotiradores, fue a tener a la red italiana y el Real Madrid se encaminó a la victoria. Una rara diana, por su ejecución y por el personaje, hombre de poca publicidad, no obstante, ser imprescindible en el equipo blanco. Los canales internacionales de televisión no lo tomaron en cuenta en sus noticieros de recuento, y nos preguntamos ¿Qué hubiera pasado si su gol de antología hubiese sido de la autoría de Lionel Messi o Cristiano Ronaldo? ¿Cuántos minutos le hubiesen dedicado cada día, y hasta lo hubiesen convertido en leiv motiv de sus transmisiones? Pero lo marcó un oscuro centrocampista, un peón de brega, un bueno para servir.

Unos y otros salieron de la nada, y a la nada han vuelto. A miles de kilómetros de distancia tuvieron instantes felices (“Para entrar al cielo no hace falta morir”, como dicen en su canto Ana Belén y Víctor Manuel), pero se los ha llevado la vida. Fueron epicentros de hechos sorprendentes pero no es esa la regla, así no está construido el universo de la noticia. Resulta agradable que aparezcan de vez en cuando pero no por eso siempre son bienvenidos. Les faltó ángel, el “duende” como decía el poeta Federico García Lorca. Ellos, Johan, Birna, Wayne, el turista y el harapiento, Casemiro, de alguna manera forman parte del ejército del anonimato, de los que no tienen el brillo deslumbrante de la heroicidad. Viven en el mar, pero en su fondo. En el fondo del mar de la memoria. ¿Cuándo se volverá a saber de ellos?

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