sábado , septiembre 21 2024

Flores que se comen

Más allá de decorar la mesa desde un bonito jarrón o desde el discreto borde de un plato, las flores pueden agregar sabores originales a un sinfín de comidas

Por Magaly Rodríguez

Deleitan la vista y el olfato, aunque también tienen talento para sorprender gratamente el paladar. Con su mezcla de coquetería y sabor, hay flores comestibles que se prestan para una amplia gama de experimentos culinarios. Quizás la más famosa sea el azafrán: esa florecita mínima y costosa de la cual las paellas y otros platos toman ese color intenso e irresistible. Entre los amantes de las bebidas e infusiones, la flor de manzanilla ocupa también un lugar de confianza, lo mismo que las del tilo y la caléndula. La conocida agua mexicana de Jamaica se prepara también con flores secas, de un rojo profundo, con las que obtiene su distintivo color.

Las flores han formado parte de recetas de muchas civilizaciones. Sin embargo, con la industrialización del ramo alimentario, la falta de costumbre y familiaridad con su forma de preparación es la responsable de que ya no se consuman con tanta frecuencia. Por esta razón, más de uno pasa de largo en la oportunidad de probarlas en su faceta gustativa. Aún así, se sabe que las flores son también ricas en nutrientes y, según sus características químicas, son capaces de aportar sorprendentes sabores a cualquier plato, desde un dulzor sutil a un toque picante para acentuar platos salados.

Más allá de flores de uso generalizado —como el brócoli, la alcachofa o el coliflor—, la flor de auyama o calabaza, por ejemplo, se usa en Italia para rellenar pastas y buñuelos. En México se usa en tamales, quesadillas y sopas, mientras que otras cocinas la aprovechan para acompañar carnes, pescados, arroces y verduras. Un uso similar tiene la flor del cebollín —con tono lila o rosado y con un sabor que oscila entre el ajo y la cebolla— en la preparación de sopas, cremas y salsas, así como en ensaladas, aves, carnes rojas y mariscos. La flor del romero, la salvia y la albahaca también aromatizan este tipo de recetas, mientras que la coqueta y el tulipán se usan para ensaladas. Para postres, la violeta, el geranio, el pensamiento, la borraja y ciertos tipos de rosas se preparan en helados, licores, bebidas y confituras; también se usan como relleno y adorno de bombones y tortas.

Para poder ingerirlas de manera segura, cabe subrayar que cualquier flor comestible debe haber crecido sin la influencia de fungicidas, insecticidas ni algunos fertilizantes; por ello, hay quienes se cercioran al sembrarlas y cosecharlas como parte de un huerto propio. También hay viveros y casas floricultoras especializadas en ese ramo, con lo cual se garantiza que se han seguido las condiciones necesarias para producir estas flores sin riesgos para la salud humana. Una vez cosechadas, las flores deben lavarse ligeramente y sin estrujar para no dañar los pétalos. Para máxima calidad en la presentación y elaboración de los platos, si se emplean crudas deben servirse lo más frescas posibles.

 

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