jueves , septiembre 19 2024

¡Sí, quiero más!

Hace algún tiempo, observaba un comercial muy bien hecho que me agrada especialmente por la voz de quien dice: “Sí, quiero más”. Me encanta esa publicidad. Una pareja de jóvenes con cuerpos espectaculares flota en una piscina sobre un colchón de aire, vista aérea fascinante con un mensaje bien logrado. Pero más allá de lo meramente anecdótico y del producto que promociona, nos habla de una faceta del ser humano: la motivación al logro. Quienes tuvimos una infancia feliz, podemos recordar la alegría que sentíamos al escribir las cartas al Niño Jesús para que nos trajera algunos juguetes. Ese sentimiento anticipado tenía gotas de esperanza e ilusión. Era una necesidad imperiosa de tener en nuestras manos ese objeto tan deseado. ¡Cómo olvidar ese momento mágico en el cual nuestro sueño se hacía realidad! A partir de esa emoción aprendimos a buscar nuestra propia felicidad que al crecer se convertiría en graduación, en automóvil, en empleo, en matrimonio, en vivienda, en viajes y en algo más. Siempre más.

En la escala de las necesidades humanas hay toda una gama que va desde lo meramente material hasta lo altamente espiritual o cognitivo. Abraham Maslow, un famoso sicólogo humanista estadounidense, las definió y clasificó para convertirlas en etapas de la vida de un ser humano, visualizándolas como una pirámide de crecimiento personal. En la base están las necesidades básicas de alimentación, vestido, techo y seguridad, pasando por otras que hablan del deseo de reconocimiento y afecto hasta llegar al fin último de la motivación de un ser humano: la necesidad de trascender para sentirse plenamente realizado. No todos los seres humanos llegan a esta cima. Maslow define como “self actualized” al individuo que posee una poderosa autoestima, confiado en sus capacidades y potencialidades para desarrollar al máximo sus habilidades y sentirse satisfecho consigo mismo. Es una persona que proyecta felicidad, que obra con constancia de propósitos y que logra alcanzar una vida armoniosa mientras se encamina hacia altos ideales o niveles de conocimiento. Es quien busca la perfección y no desmaya jamás ni se desvía de sus objetivos. Maslow cita a Albert Einsten y Mahatma Ghandi como personas autorrealizadas, pero hay otros que alcanzaron por su propio esfuerzo la satisfacción trascendente de sus vidas. En Venezuela tenemos a José Antonio Abreu y a Simón Díaz, entre otros.

Sin embargo, no hay que convertirse en héroe ni en mártir para alcanzar la cúspide de la pirámide. El deseo por la justicia, la perfección o la belleza pueden guiar nuestras vidas para sentirnos plenamente realizados. Según Maslow, deberíamos cubrir las necesidades básicas antes de seguir creciendo, pero esto no es una limitante. Una vez que conozcamos nuestras habilidades, podremos desarrollarlas para alcanzar ese objetivo de vivir, que no es otro que lograr nuestra propia felicidad. Esa que nos brinda la emoción de crear la belleza en una obra de arte, pero también la de disfrutarla en un amanecer al escaparnos a la orilla del mar junto al ser amado. Es la tentación que nos permite llevar ayuda a una familia con el único deseo de mirar la sonrisa de un niño y sentirnos premiados sólo con verla. Es la curiosidad de buscar lo inexplicable y no cesar hasta encontrar la respuesta. Es también aquel impulso sostenido para eliminar las lágrimas de una injusticia, lo que compensa con creces el infortunio. Pensemos en esto cuando nos sintamos insatisfechos aún creyendo que nos saciamos con más de lo que ya tenemos. Conquistemos nuestra dicha la próxima vez que una voz interior nos diga “Sí, quiero más”.

Para ver la nota original en la revista haga click.

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