martes , septiembre 17 2024

Jeff Koons o las paradojas del arte actual

Por José Antonio Parra

En Jeff Koons (Estados Unidos, 1955) confluyen buena parte de las facetas de lo que hoy en día se entiende por arte. De hecho, su obra es polémica en el sentido que hay quienes le consideran un genio, así como otros que le consideran un simple fenómeno de marketing.

Aquellos que le han llevado a la categoría de la genialidad argumentan que aparte de la idea implícita en su planteamiento, Koons ha sido brillante al apelar a una serie de herramientas como la publicidad y la perspectiva del taller a gran escala donde se concretan estas ideas. Es así como, bajo su tutela, una cantidad de artífices ejecutan obras de excelsos acabados. No obstante, lo primordial es justamente esa idea que subyace en la pieza, que en el caso de este artista está circunscrita a un ámbito “neo pop” y está referida a la cultura de masas y las formas cómo ésta se manifiesta. Aquí estamos frente a una denuncia muy potente en torno a la realidad en la cual estamos inmersos, de modo que no resulta extraño ver entre sus creaciones a perros del estilo de los hechos a base de globos —sus legendarios Balloon dogs- como acentuando e inaugurando un discurso satírico sobre lo que conocemos como el mundo de lo masivo, un mundo que es patente incluso al momento en que usted lee este texto que está inscrito en el contexto de un medio masivo. De hecho, la apuesta central del propio Andy Warhol en los 70, con sus Latas de sopas Campbell, apuntaba en esa misma dirección. Igualmente, Koons ha llevado a efecto representaciones de conejos y hasta de Michael Jackson en el mejor estilo kitsch. Estos son clara evidencia de un universo donde el carácter individual se difumina cada día más en un sujeto colectivo y donde, además, el gusto de ese sujeto es horripilante. Buena parte de la curaduría actual entiende con claridad esta propuesta y por ello ha sido exhibida en sitios tan prestigiosos como el Museo Guggenheim de Bilbao, en el País Vasco.

Hay, asimismo, otros artistas de gran poder en la actualidad que llevan a efecto trabajos donde lo kitsch y la cultura de masas son las problemáticas primordiales del planteamiento, tal es el caso de Takashi Murakami o algunos de los ingleses vinculados al grupo de Artistas Jóvenes Británicos, surgidos en los 80. En el pasado, creaciones arriesgadas que fueron consideradas heréticas, como el urinario de Duchamp o las perspectivas conceptuales de Magritte —pienso en su obra, Esto no es una pipa— ya hoy en día forman parte del establishment. En torno a esta última, es célebre el ensayo escrito por el filósofo francés Michel Foucault, una de las piezas claves del pensamiento contemporáneo.

Por otro lado, y como aludía al comienzo, quienes consideran que Koons —quien incluso fue corredor de bolsa en sus inicios— entra únicamente en la categoría de fenómeno de marketing sostienen que éste realiza obras de un modo casi industrial en donde solo prevalecen la forma y los acabados excelsos. También se ha hablado de su manera poco ortodoxa de utilizar herramientas propias del mercadeo y la publicidad para exacerbar la histeria del mercado del arte y así conseguir que los coleccionistas gasten cifras astronómicas. Los montos alcanzados por sus piezas salen de lo usual y llegan a la suma de 58.5 millones de dólares, como lo pagado por uno de sus perros globos, el precio más alto por el trabajo de un artista vivo.

La vida personal de Koons ha estado signada además por ciertos escándalos. En ese sentido, el norteamericano protagonizó una excéntrica boda en el año 91 con la actriz porno italiana Cicciolina, con quien tuvo un hijo. A raíz de este evento, el propio artista realizó una obra consistente de una serie de fotografías en las que él mismo aparecía en actitudes porno con la actriz. No obstante, el matrimonio de la pareja fue breve y la italiana le abandonó al poco tiempo huyendo a Europa con su hijo recién nacido.

Algo que sí puede afirmarse en cuanto a este creador es que ha roto los moldes en cuanto a lo que se entendía por artista. Recordemos la visión bohemia, al margen y romántica de antaño. Sin duda alguna que a Koons le gusta estar en el centro del mundo del refinamiento y lo exquisito, una constelación a la que solo se puede acceder teniendo a mano sumas extraordinarias de dinero, cosa en la que él ha sido un maestro. Es por ello que su propia colección de arte está entre las más prestigiosas del mundo. Para él, la dimensión del ahora y de la vivencia real es primordial de forma que la consagración para después de la muerte no es una opción.

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