jueves , septiembre 19 2024

Joanna Vegas: sabor insólito

Por José Antonio Parra — Fotografía Jorge Pineda

A través del arte de ser ella misma, Joanna Vegas ha devenido en una figura de culto. Desde su irrupción en el escenario alternativo durante la década de los noventa, su experiencia ha asumido multiplicidad de caras. Hoy por hoy, su reputación como chef y cantante es superlativa; en los últimos tiempos se encargó de la comida para la residencia del embajador norteamericano y protagonizó un acid cabaret —propuesta que llevó adelante con Thaís Chirinos y Eric Colón—, amén de su participación en el disco Juegos de playa y un proyecto en solitario, próximo a salir. Más que nada, Joanna Vegas es representación de un glamour inaudito.

-¿Cómo se origina el propósito de vida de Joanna Vegas en el rol de chef?

-En mi casa, siempre se comió muy bien; comida caraqueña, recetas familiares de generaciones pasadas, mayordomos con guantes blancos, cenas a la luz de las velas y todo un ambiente que giraba en torno al buen comer. Crecí rodeada por esta atmosfera y desde pequeña desarrollé un gran interés por el tema de la comida; una mesa bien servida, vajillas y manteles elegantes. Así, un buen día, una amiga me pidió un catering para 250 personas en ocasión de una fiesta para una importante agencia de publicidad. Justo en ese momento empezó mi carrera como cocinera. Ese día lloré tres veces durante el evento, porque no tenía ni idea de lo que era servir pasapalos para tanta gente. En definitiva, el cliente quedó encantado. Y, desde entonces, empezaron a llamarme otras personas durante una época en la que no existían compañías de catering, sólo agencias de festejos.

-¿A qué crees que se atribuye esa propiedad de encantar a la que has hecho referencia y que se da en todos los ámbitos de tu vida?

-He dedicado tiempo a pensar por qué disfruto tanto cuando cocino o canto; en esos momentos, siento que soy otra persona en un estado de éxtasis total. En definitiva, creo que se debe a que me gusta complacer a la gente que disfruta de mis platos o de oírme cantar. Lo más importante de querer dar placer es que uno hace las cosas con amor, y eso siempre le llega al público.

-En eso de dar placer has tenido un público muy variado que va desde el jazz hasta el bolero, así como lo ocurrido con la experiencia del Acid Cabaret. En todo caso, ¿cuál es tu conexión con el público?

-La conexión con el público es un asunto relativo, no siempre sucede igual o por las mismas razones. A veces es una simple cuestión de estética, a veces es sensorial y otras es emocional. De cualquier modo, tener “ángel” está relacionado también con el amor. Eso no puede existir en su ausencia.

-¿Esa intencionalidad o estética siempre ha estado presente? ¿O ha sido intuitiva? Pienso en tu experiencia de la década de los noventa, cuando formabas parte de la generación alternativa…

-Esa estética ha estado presente en mi vida desde que, a los 13 años, usaba el dinero que de la merienda para comprar discos de pasta de Ella Fitzgerald. Mis gustos musicales se han visto siempre reflejados en las grabaciones y proyectos en los que he participado; pero dichos gustos no son precisamente comerciales y, en los últimos tiempos, ando en el camino de volcarlos hacia algo que sea más digerible para el público.

-¿Ella Fitzgerald o Billie Holiday?

-Billie Holiday. Ella Fitzgerald fue mi primer amor y todavía sigo oyendo sus discos. No obstante, cuando fui madurando musicalmente, me identifiqué más con Billie Holiday por esa manera de cantar desgarradora que transmite tanto, por esa conversación que ella tiene con cada persona que la oye cantar. Sin embargo, últimamente me he vuelto fanática perdida de Anita O?Day; me encanta cómo ella hace fraseos imposibles y ritmos que sólo existen en su cabeza.

-¿Cuál es la conexión entre la música y la cocina?

-Es infinita. Se trata de dos artes efímeras, porque duran un segundo y luego perduran en la memoria del comensal/espectador. Una buena comida puede ser más recordada que una pareja mediocre.

-¿Cómo expresas el poder sanador del buen comer o del canto?

-Volviendo al tema de lo efímero, ambas situaciones para mí han sido más sanadoras que cualquier terapia. La música, en general, tiene el poder de curar lo incurable. Cuando oigo alguna música que realmente me gusta, me siento liberada de cualquier problema o situación adversa; cuando canto, este efecto se multiplica y la vibración de cada nota resuena dentro de mi cuerpo. Cocinar también me resulta muy sanador y relajante, sobre todo cuando pienso que la gente que prueba mi comida compensa sus penas con el goce que ella ofrece.

-¿Cómo es el alma de Joanna Vegas?

-Es como un hada de cuentos; quiere hacer los deseos realidad.

Joanna Vegas tiene una larga trayectoria haciendo el catering de importantes embajadas europeas acreditadas en el país, así como del mundo corporativo más elitesco. De su experiencia alternativa de los años noventa, destaca su participación en el disco Separación de Zapato 3. Como cantante de jazz se ha presentado en formato trío y “big band” con importantísimos músicos, entre quienes destacan Gonzalo Micó y Víctor Cuica. Igualmente, grabó un disco de canciones de la emblemática banda Sentimiento Muerto con Edgar Jiménez, miembro original del grupo. Hoy por hoy, trabaja en una línea de productos gourmet llamados Glam Nuts y Glam salts, donde se da una exquisita combinación de texturas y sabores creados por la chef.

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