miércoles , septiembre 18 2024

Los diez oficios de la calle venezolana

Por Pedro Camacho
@10personajes
pedrocamacho84@gmail.com

10 El amolador

Muy pocas personas pueden ser reconocidas a distancia por el simple sonido que hacen al caminar. El amolador es una de ellas. Su oficio viene de la mano de la particular melodía que hace su armónica, seguido por un distintivo grito que acentúa de forma enfática la última sílaba: “amoladorrrrrrr”. De niño a veces imaginaba que le habían regalado ese instrumento en su infancia y se había hecho amolador por el simple hecho de poner esa cancioncita a buen uso. Su verbo es afilar. Afilar cuchillos y tijeras, machetes y corta cutículas. Lo que sea que necesitas que corte, él te lo deja a punto. Su principal enemigo ha resultado ser los programas de infomerciales televisivos que han convertido su oficio en una elegante y fácil de usar herramienta casera disponible en negro y blanco (con un exprimidor de jugos adicional si llamas en los próximos veintes minutos). Sin embargo, aún se puede escuchar esporádicamente su tonada por las calles venezolanas, como un bastión que se rehúsa a ser tumbado, como un sonido que quedó retumbando en las recuerdos de antaño. Fuerte ahí, amolador.

9 El kioskero

Tallado en mi memoria y en la de muchos venezolanos está el kioskero de la cuadra. En mi caso era un viejito en su confinado espacio que solía ver dos veces a la semana. Una, los miércoles cuando iba con mis amigos a comprar chucherías por montón, chucherías que nos entregaba en bolsitas de papel marrón como la que usaba el doctor Chapatín. La otra, los domingos cuando acompañaba a mi mamá a comprar el periódico. Con el pasar de los años muchos han desaparecido y muchos otros han convertido sus kioskitos en super kioskos, en kioskos en esteroides, con grandes patrocinantes en sus fachadas, atendidos no por su dueño como era en el pasado, sino por un empleado cualquiera. Cuando pienso en el viejito aquel recuerdo que incluso se sabía mi nombre y me daba a veces hasta un caramelito gratis. ¿Quién da algo gratis hoy en día sin esperar a cambio? ¿Cuántos kioskitos artesanales quedarán aún en el país? ¿Qué será de la vida de ese viejito? ¿Por qué este personaje y el anterior me ponen tan nostálgico? Todas preguntas muy válidas para las cuales no tengo respuesta, lo siento.

8 El artista del semáforo

Si se posee una habilidad especial como hacer malabarismo con cinco pelotas o escupir fuego sin chamuscarse las cejas, existen dos y sólo dos maneras de sacarle un provecho económico y no quedarte en un limbo hippie ad honorem. Una es unirte a los hermanos Gasca y salir de gira. La otra es vestirte como un papagayo y buscarte un semáforo transitado en tu ciudad para entretener a los conductores en sus momentos de espera ansiosa. El artista del semáforo debe contar además con ciertas habilidades adicionales, como la de perder el miedo completo a que un motorizado los arrolle al cambiar la luz y un reloj interno finamente calibrado que le permita finalizar su presentación con tiempo de sobra suficiente como para que le de chance de pasar carro a carro a pedir colaboración. En este oficio existe una gama muy extensa de personajes, desde el verdaderamente talentoso hasta el que sólo se pasa un limón de una mano a la otra y lo hace ver como si fuese un show. Accesorio indispensable: el gorrito pa? meter la plata, por supuesto.

7 El vendedor de cds y dvds piratas

Antes de que se legitimara la cosa de la piratería; antes de que La Guairita y la Central se convirtiesen en Caracas en los emporios de la música y las películas “artesanales”; antes de que, de forma insólita, uno pudiese encontrar en un centro comercial una tienda de dvds quemaos incrustada entre un Zara y un Macdonalds; antes de todo esto, estaba el vendedor clandestino, con su mantita en plena acera o su display móvil entre los carros de la hora pico. El vendedor de cds piratas encontró años atrás un nicho ante el aumento de precio de los productos originales y la disponibilidad cada vez más amplia de todo lo que se encuentra en Internet. Lamentablemente, esta disponibilidad me parece que se convertirá en su propio fracaso tarde o temprano ya que también ha aumentado la cantidad de personas que han descubierto cómo bajar las cosas de la red por si mismos. ¿Saben cómo sé eso? Lo descubrí en un documental que descargue hace poco. Un documental pirata. “¿Cómo que pirata? Pirata… Como tu película”.

6 El bien cuidao?

Merodeando las calles venezolanas en búsqueda de algún inocente conductor queriendo estacionar, el bien cuidao? es uno de los personajes más coloridos de la lista, con su humor irreverente y su ya legendaria labia. Sus frases celebres incluyen “dale daaaaale, daaaaale..”. cuando queremos estacionar y su “no me dejes morir, papa” cuando llega el momento de cobrar. Hay algunos especialmente vivos que vemos sólo cuando vamos a montarnos en el carro para irnos e intentan hacernos creer que estuvieron pendientes del auto todo el tiempo. Lo más gracioso es que todos los conductores del país caen en sus trucos, en creer que mientras el bien cuidao? esté vigilante, su carro jamás será robado, como si fuese a poner su vida en peligro por una propina de 2 bolos que es lo que generalmente le dan los pichirres conductores al volver. Aprovecho la ocasión para hacer un llamado a los bien cuidao? que ponen una tarifa preestablecida a su trabajo, como si hubiese algún ente que regula dicho monto. Para bien o para mal el monto que se otorgue es voluntario. Mientras más pronto comprendamos eso, más felices seremos y el mundo será mejor. Bueno, quizás exagero con eso último, pero el punto está claro.

5 El perrero

El verdadero rey de la noche venezolana, por su carrito han pasado todos, desde los que están pelando, hasta los que salen de las fiestas más caras; desde los famosos hasta los plebeyos. Todo el mundo disfruta un buen perro, sobre todo en la madrugada que es cuando, de forma inexplicable, se vuelve más sabroso. Es rápido: tiene la habilidad de preparar un “con todo” en menos de un minuto, sin dejar un reguero por todos lados como nos pasaría a la mayoría de los mortales. Es innovador: con el pasar del tiempo y con la incorporación de ingredientes como el aguacate, el queso rayado y los maicitos, ha convertido al perro caraqueño en una comida completa, con componentes de todos los grupos alimenticios comprimidos en una deliciosa unidad. Es conversador: basta con entablar diálogo con un perrero para tener un sobrevuelo del acontecer político, deportivo y farandulero del país. Además de todas sus bondades, el perrero sigue siendo una de las opciones más económicas para comerse algo en las calles venezolanas. Recomiendo, sin embargo, practicar la postura correcta para comerse un “con todo” de pie en la calle, sacando la cabeza hacia adelante y la parte posterior hacia atrás de manera que el contenido vaya directo a la boca y no a la camisa. Nada más difícil de sacar de la ropa que un manchón de mostaza con salsa de ajo.

4 El limpiavidrios

En aquellos semáforos no invadidos por los artistas de calle encontramos a este sujeto. En una mano una botella de agua y shampoo. En la otra, un instrumento hecho en casa con una esponja de un lado para mojar y una especie de haragán del otro para secar. Con este arsenal se lanza a la batalla en la selva de concreto defendiendo los derechos de aquellos que quieren su vidrio limpio, en contra de aquellos que ya lo tienen limpio y que le caerán a gritos cada vez que les eche un chorro y lo deje sin limpiar. Para evitar este conflicto que lleva años hace falta un poco de parte y parte. Del lado del limpiavidrios toca imaginarse lo que sentiría si un extraño les echase un chorro de agua en la cara sin preguntar. Además, le toca saber diferenciar entre un vidrio traslúcido y uno casi difuminado por la mugre (esta tarea no es tan difícil, en serio). Por parte del conductor, les sugiero una idea que yo solía usar y que tenía 80% de éxito. Cuando estás en una cola y divisas el limpiavidrios unos carros más adelante, detén el carro por completo, sin importar retrasar un poco el tráfico detrás de ti. De tal manera, cuando avancen los carros podremos ver por nuestra ventana la cara de ponchao? del limpiavidrios frustrado mientras le pasamos a una velocidad moderada pero constante por su lado. Cero insultos, cero problemas, cero chorro de shampoo en el vidrio.

3 El mototaxista

Merodeando las calles venezolanas a toda velocidad, metiéndose por huecos que nadie consideraba aptos para una moto, el mototaxista por si sólo ha redefinido el concepto de llegar rápido. Montarse en un mototaxi es una aventura, es la forma más barata de experimentar una subida de adrenalina, alta en riesgos y nerviosismo, equiparable sólo a lanzarse en paracaídas o hacer rafting en ríos salvajes, aunque a diferencia de esas actividades aquí lo único a lo que te puedes aferrar es a un casquito. Este sujeto encontró hace años un nicho más que evidente en las abarrotadas calles venezolanas y se dio cuenta de que la única manera de avanzar era alrededor de los vehículos (en algún momento alguien inventará una forma legal de pasar por encima de los autos, pero ese momento no ha llegado aún, así que esperemos). Como el gremio de los motorizados en Venezuela, los mototaxistas son un pueblo extremadamente unido. De allí que lo mejor es estar de buenas con ellos, porque si te metes con uno te caen encima todos (esto de caer encima no es necesariamente metafórico). Si algún mototaxista está leyendo, le pido que no olvide que si bien para los pasajeros en potencia lo más importante es llegar rápido, la meta principal y básica siempre será poder llegar vivo. Así que pendiente.

2 El chofer de camionetica

A la cabeza de cada barco hay un orgulloso capitán. A la cabeza de cada camionetica se encuentra este personaje, comandando su nave contra viento y marea al ritmo de su incondicional cd de salsa erótica, vallenato y reggaeton. Para continuar con la analogía del capitán, el chofer de camionetica es uno con su autobús, hasta el punto que el pasajero no puede distinguir si los turbulentos recorridos a bordo son culpa de las condiciones del vehículo, las destrezas cuestionables del chofer o una mezcla de ambas potenciadas. Aún más por los huecos de todas y cada una de las ciudades y pueblos de Venezuela (porque en ningún lugar se siente más fuerte un hueco que en un asiento de una camionetica). Al lado del chofer suele haber un divertido secuaz popularmente conocido como el “cantaparadas”, cuya principal labor es la de anunciar a gritos el recorrido a tomar, cobrar el pasaje y darle sabor al viaje cantando y refiriéndose a todos los que se montan como “mi reina”, “catire” o “el mío”. La comunicación con el chofer suele limitarse a preguntarle cuánto cuesta el pasaje en caso de que no se sepa y a gritarle “en la parada, por favor” cuando deseamos descender.

1 La que alquila celulares

Maestra del rebusque en su máxima expresión, la que alquila celulares encontró una oportunidad de trabajo en las miles y miles de personas que, a pesar de poseer un celular y cargarlo encima, lo tienen sin crédito 85% del tiempo. Salió un buena día y se compró un celular para cada compañía telefónica. Luego montó su mesita rudimentaria en alguna calle bastante transitada (centros empresariales y bulevares comerciales suelen ser un tiro al piso) y el resto es historia. Es muy probable que antes de haber caído en esta actividad haya probado incontables distintas ramas, desde cocinar postres caseros hasta vender pulseritas, siempre en búsqueda de satisfacer las necesidades siempre cambiantes del venezolano, que no puede ver una moda porque le brinca encima (una palabra: blackberry). La alquila celulares es muestra fiel de que la creatividad se potencia aún más en tiempos difíciles como los que se viven. Quizás todos podríamos aprender alguito de ella, ahora que lo pienso.

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