jueves , septiembre 19 2024

Los diez turistas venezolanos

Desde cómo empacar la maleta, hasta el “¿qué será que comemos?”. Por cada destino turístico existen, como mínimo, diez formas venezolanas para conocerlo. Un conteo para reconocer los detallitos que nos hacen particulares en el exterior

Por Pedro Camacho — @10personajes

10El de los museos

Ya sea por la falta de oferta museística venezolana o porque estando afuera es que se le antoja nutrir su intelecto, al arribar a nuevos destinos, siempre le da por entregarse a las bondades del arte. En el caso de que supiese algo de arte de antemano, la experiencia será orgásmica. En el caso de que esté forzando el arte por sus propios ojos en contra de años y años de ignorancia absoluta en ese tema, lo que encontrará es un mundo abrumador, lleno de escaleras interminables, pasillos eternos y una sensación constante de que la próxima comida que ha de ingerir será en ocho horas, siete si se brinca el último edificio. Por lo general este personaje (de nuevo, en su versión forzada) terminará tomándose una foto con la mona Lisa y otra con Las Meninas y se jactará en casa de todas las bondades del Louvre y el Prado, respectivamente (omitiendo en su cuento que prefirió correr a cada una de ellas y que no podría distinguir los pasillos de cada sitio de los del museo de los niños en Caracas). Otra actitud común en ellos es la de acechar y acercarse a los grupitos de visitas guiadas y escuchar que van diciendo, pero al mismo tiempo ahorrándose unos reales.

9 El rumberito

En líneas generales, lo que suceda a plena luz del día le importa poco a este personaje, al menos de que sea ese el momento en el que llega a su casa de rumbear. Una ciudad nueva para conocer se traduce más bien en un gran conjunto de discotecas, bares y sitios acabatrapos para conocer. Lo más curioso de este personaje es que pasa 100% del viaje borracho, dormido o enratonado, razón por la cual lo sensato es que sus amigos tomen muchas fotos del viaje por él, para que cuando regrese a casa pueda verlas y determinar cuales elementos en su cabeza son recuerdos y cuáles sólo sueños (similar a lo que pasa en las películas ¿Qué pasó anoche?). Sus sitios predilectos para turistear son lugares con playas bonitas que le permitan pasar la resaca tirado en una silla de extensión a orillas del mar, como Dios manda; sus accesorios indispensables son una caja de pastillas para el dolor de cabeza y un frasquito de spray bucal. Su destino principal aunado a su grito de guerra: “¡Punta Cana, siiiiii!”.

8La de los recuerditos

Con ella viajan los deseos de viaje de todos sus conocidos, como una especie de representante de todo un pueblo, elegida para que traiga su maleta rellena de recuerditos de toda índole. Es el cliente ideal para las tiendas de souvenirs, dispuesta a desembolsar todo su cupo Cadivi en llaveritos, imanes de nevera y postales. Cuenta la leyenda que, en su último viaje a Europa, trajo 5 torrecitas de Pisa, 7 torres Eiffel y 8 gondolitas venecianas hechas en madera. La noche antes de regresarse a Venezuela vivirá dos eventos emocionales fuerte: primero, una alegría desbordada al darse cuenta de que cupo todo en su maleta; luego, una desilusión agotadora al caer en cuenta de que toda su ropa aún sigue guindada en ganchos en la otra habitación. El sobrepeso que siempre le toca pagar en el viaje a casa, la hace recapacitar y jurarse ella misma que la próxima vez que viaje no caerá en cometer el mismo error, sensación que le dura hasta que ve las caras felices de sus seres queridos al recibir sus detallitos. Si tan sólo pudiese guardar en un frasquito esa sensación del avión, quizás el próximo viaje pudiese comprar por lo menos una camisita, pero “la de los recuerditos” tiene un corazón del tamaño del coliseo romano (el verdadero, no el chiquitito que su sobrina le mando a encargar).

7La que se pierde en la ciudad

Hay algo mágico de perderse en la ciudad. Para muchos es la mejor manera de conocerla. Pero es importante tener en cuenta de que perderse es sólo cordial siempre y cuando seamos capaces de encontrarnos tarde o temprano. Este personaje ha pasado 70% de sus vacaciones en el exterior divagando y viendo hacia el cielo en busca de señales divinas que lo lleven hacia el centro. No sólo eso, sino que por lo general elige destinos en los que no se habla español y ella misma nunca se dio a la tarea de aprender inglés, por lo que tiene que poner en práctica un método de gesticulación exagerada que tiende a ayudarla poco en sus travesías. Por ende, al volver de sus viajes y ser bombardeada por preguntas del tipo “¿y viste la catedral esa del centro?” se verá obligada a responder cosas tipo “mira, la verdad es que no la encontré, pero al llegar al hotel me di cuenta que llegue a estar cerquita de ahí”. Es un misterio cómo ha sobrevivido a algunas de las perdidas que se ha echado en su vida ya que ha logrado penetrar inconscientemente en las zonas más peligrosas de todas las ciudades del mundo y ha salido ilesa, como si existiese un santo protector de los turistas desubicados.

6La pareja que termina almorzando en Mc donalds.

“Ya va, ya va… ¿Estabas en Italia y almorzaste en un Mc Donalds?”. Si alguna vez has tenido que pronunciar esta oración o alguna variable de ella entonces ya conoces a estos personajes. Son de aquellos que prefieren la comodidad de lo conocido, el cobijo de lo familiar. Es por eso que comen en estos sitios en vez de comer delicias locales, es por eso por lo que al visitar Turquía terminan en una sala de cine viendo Los Cuatro Fantasticos o la última película de Harry Potter. Es por esa razón por la que prefieren pasar un día bronceándose en la piscina del hotel que salir a pasear por las calles de Barcelona. Por lo general esta pareja, para ir más por lo seguro aún tiende a afiliarse a esos resorts que, por ponerte una etiquetita en la muñeca, te dan las llaves del paraíso en forma de comida, bebida y diversión ilimitada. Confinada, pero ilimitada. La etiquetita es como un pacto con el diablo: si te la pones tendrás todo lo que desees, sólo deberás prescindir de todas aquellas tentaciones que yacen del otro lado de la puerta.

5El ahorrativo

Muy común dentro del ámbito venezolano, ha venido a simbolizar la forma viajera contemporánea de nuestra sociedad, dadas las circunstancias adversas con las que nos encontramos con tanta frecuencia hoy en día (si estás pensando en control de cambio y Cadivi, guarda esa idea por ahí para dentro de unos cuatro personajes). Sus destinos viajeros se limitan a las ciudades donde tiene amigos y familiares que ya vivan ahí y que lo puedan hospedar (las dimensiones de la palabra “amigo” se extienden notablemente para este personaje, pasando a incluir dentro de sus amigos a los amigos de sus amigos y a los amigos de los amigos de sus amigos, todo por ahorrarse unos reales). Sus estrategias incluyen cuadrar sus vacaciones para temporadas bajas porque son más baratas (que si temporada de huracanes en el Caribe) y tomar vuelos con escalas múltiples que tienden a ser más económicos (como su memorable viaje de once escalas de Caracas a Buenos Aires, uno de los principales logros en su vida).

4La fotoloca

Conocida en múltiples conteos de los diez personajes como en la boda y el Facebook, simboliza los tiempos que corren, en los que lo público se confunde con lo privado, en los que una foto íntima con su pareja en la cima de la Torre Eiffel, parece haber sido tomada más por su valor de difusión, que por capturar un momento inolvidable. Paparazzi en potencia, la fotoloca batea para un promedio de una foto cada dos minutos, pero con un mísero average de quince o dieciséis fotos de cada 800 que valdrá la pena detenerse a detallar. La gran mayoría serán fotos de esas que uno tiende a dejar el dedo pegado en “siguiente” cuando las visualiza en un álbum en la computadora. Cuando se viaja con ella, lo más recomendable es programar uno de cada tres días para pasear separados ya que la única que puede soportar este derroche de sonrisas y poses es ella y quizás su novio (para evitar problemas). A todo esto hay que agregarle el tiempo que además le quitará descargar fotitos a computadoras y subirlas al Facebook con su correspondiente taggeo y titulaje. En total, el tiempo dedicado a la cámara pareciera indicar que sus viajes al exterior son efectivamente patrocinados por Canon o Nokia. El tiempo, no la calidad (importante aclaratoria).

3El que se las da de el autóctono

El dicho dice: “cuando en Roma, hacer como los romanos”. Para este personaje, esas palabras resuenan como una verdad inequívoca e indiscutible. Cual programa de Travel and Living, se ha de sumergir en las culturas que visita en su vida. Comerá sus comidas, usará sus ropas, aprenderá sus palabras. Será como una especie de antropólogo que intentará que otros pueblos lo consideren como uno propio. Pero a diferencia de Danza con Lobos o El Último Samurai, personajes que tuvieron tiempo de sobra para sumergirse en los códigos culturales ajenos, el que se las da de autóctono contará con sólo las dos semanas reglamentarias de vacaciones anuales que le ofrece su trabajo. El resultado será un sujeto que se esfuerza demasiado por ser algo que no es, un tonto vistiendo un Kimono sin tener muy claro por qué un sujeto que llega vestido de la India como si fuese una copia chimba de Sai Baba o un individuo que en menos de quince días en Argentina ya habla con ese acento y adopta el mate como suyo. Su maleabilidad es poco genuina y sujeta a las modas, como un camaleón pero que da como risa.

2Los mochileros

Se han convertido en las últimas décadas en un estándar de legitimación de la cultura hippie. Lo que hace muchos años era visto como una subcultura comeflor, hoy día es visto como tan sólo una etapa en la vida de cualquier joven venezolano. Y ahí los vemos, con sus gigantes morrales adornando los pisos de cientos de aeropuertos del mundo, a la espera de que se libere un viaje barato para ir a su próximo destino. Es curioso, pero al absorber el estilo de vida hippie, sus ropajes se hacen muy coloridos y sus peinados y diseños de vellos faciales desaliñados y cuidadosamente descuidados. Es como si existiese un estándar que hay que seguir ya que se tomó la elección de llevar la gran mochila a cuestas: la ropa, el look y, de ser posible, alguna actividad como tocar guitarra o hacer malabarismo que permita generar algo de dinero para que el viaje continúe. Afortunadamente el mundo de hoy ha adecuado sitios para que los mochileros puedan llegar a las grandes ciudades sin sacrificar en lo absoluto su economía y el estilo de vida de la comuna hippie, con todo y su cuestionable higiene: los hostels.

1El que se las ve negras por culpa del cupo

Cadivi. Una palabra que sólo un venezolano es capaz de entender en todo su tortuoso significado. Las carpetitas, el estrés previo al viaje, la ansiedad al visitar un cajero por primera vez en el exterior. ¿Cómo era viajar antes del control de cambio? Cuentan los de memoria prodigiosa que uno podía gastar el dinero que se había ganado con el propio sudor de su frente sin ningún problema fuera de nuestras fronteras. Se habla de que antes el dinero que te había sobrado en el exterior podías cambiarlo a Bolívares de forma legal y no te sentías como que estabas cometiendo un crimen. Todo eso se dice, pero por más que intento no me lo creo (…)  ¿Alguna vez han presenciado la cara de estupor de un extranjero cuando se le explica la situación del control de cambios? Es como si se les estuviese echando un cuento de Narnia o de la tierra del Nunca jamás; es como si sus mentes no pudieran llegar a comprender a cabalidad la situación. Es más, ahora que lo pienso, todos los turistas venezolanos se resumen hoy día en este personaje. Considerémoslo un personaje genérico del cual todos los demás se desprenden con sus particularidades y detallitos.

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