miércoles , septiembre 18 2024

Miku se estrena en su nuevo oficio Papá gol, papá Fedor

El atacante de la selección vinotinto mira hacia el campo y mira hacia la cuna; ahí lo espera Nicole Alessandra con sus ojos vivaces, su luz de ángel, para decirle “papá, te quiero”. Fedor se amiga con las redes y con el duro pero entrañable oficio de ser padre

Por Cristóbal Guerra — crisluisguerra@yahoo.com Fotografía: Carlos Ocaña (Madrid)

La cara y el gesto denotan la falta de sueño, y él no le da vueltas para confirmarlo: “Es la niña, que no me deja dormir”.

La bebé que nació en España hace poco más de un mes, y que en sus desvelos constantes, como cualquier bebé, hace sentir en vivo y directo a Nicolás Fedor, “Miku” para el fútbol, lo duro, pero entrañable, que es ser padre.

“Mi mamá siempre me lo decía: ‘Ya verás cuando seas padre?. Y es así. Todo se cambia, y es una sensación única. No hay nada que se le iguale”, dice, y no esconde los sentimientos de ser papá por primera vez, la sensación que en su vida ha despertado Nicole Alessandra, que no obstante su nombre un poco italiano, es hija de dos venezolanos de pura cepa.

“Viviana y yo tenemos pensado venir a vivir a Venezuela, tenemos esa idea. Venezuela tiene cosas que no se pueden comprar ni con todo el dinero del mundo”, y en sus palabras de convicción hay orgullo venezolanista. Él, que es nieto de húngaros y que tiene ese apellido, Fedor, que proviene de una lengua “que es una de las tres más difíciles del mundo. Mi hermana lo habla casi perfecto. Yo lo entiendo y hablo un poco”.

Los abuelos Fedor llegaron a Venezuela en la postguerra mundial, tiempo de escasez de dinero pero de incontables esperanzas. Era un mundo nuevo, América, y eligieron Venezuela, la tierra prometida, el país de los sueños. “Mi padre nació aquí, pero él nos abandonó cuando yo tenía cuatro años. Por eso no me la he llevado bien con él, porque le he achacado el abandono. Pero los tiempos pasan, y uno sabe perdonar”.

El futbolito del edificio

El amor de Nicolás Fedor y Viviana nació como en una metáfora de los viejos tiempos. Vecinos y amigos, se conocieron en el edificio de Santa Fe, donde todavía viven, ella en un piso, él uno más arriba, en los días de la niñez. Eran años de futbolito en la cancha del edificio, “ahí caimaneaba”, partidas interminables hasta que llegaba la noche. Días en los que, qué sorpresivo recuerdo, Miku era también pelotero.

“Yo tenía talento para jugar en el short stop”, rememora. “Era prospecto. Aquí a casa vino mi entrenador de béisbol y le dijo a mi mamá que era muy bueno, pero que debía de tomar una decisión para dedicarme a un solo deporte”.

Nicolás, a quien se le llama Miku por su hermana -“el sobrenombre era Miklosz, en húngaro, pero ella no lo podía pronunciar bien y decía Miku”-, estudió en Caracas en el colegio Santo Tomás de Villanueva, con Lino Alonso como entrenador, y siempre jugó con los de la categoría inmediata superior. Llegó a los 15 de edad y partió a España. “Allá estaba un tío político que tenía relaciones con el Villarreal. Entrené unos días y me dijeron que les gustaba, pero como en ese tiempo sólo podían tener tres extranjeros, no entré en los planes”. Ahí comenzó el periplo español de Fedor, quien este año, en su mejor temporada en la primera división, marcó 12 goles con el Getafe.

“Me vio entonces un ojeador del Real Madrid, y el Valencia también se interesó. De no tener nada, de pronto tenía cuatro equipos pendientes de mí. Firmé con el Valencia”, y apunta que en los jugadores cada historia es diferente, “porque hay unos que son precoces, y otros son lentos. A mí me tocó ser así”.

El recuerdo le dibuja una sonrisa. Le hacen ver más juvenil al jugador de 26 años de edad, que con su franela blanca pintada de varios de colores, su pantalón de mono, sus zapatos tenis y su cabellera semi despeinada, parece un muchacho caraqueño cualquiera. Pero cuando se para de la mesa del apartamento de sus suegros, denota la estampa indiscutible del jugador: 1,86 de estatura, fibra pura en los brazos, uno de ellos salpicado con un tatuaje de letras en latín: Nunquam solus ambulabo (nunca andaré solo). “Es que cuando comenzaba en España, a muchos de mis compañeros de la segunda división los iban a buscar cuando los juegos terminaban: sus novias, su familia. Yo siempre estaba solo y por eso me hice este tatuaje para prometerme que eso iba a terminar”, explica.

La constancia como bandera

Nicolás Fedor habla lento, con correcto uso del idioma, y ni una pizca de acento español. Piensa las cosas antes de soltarlas, y asegura que tiene una religión: la perseverancia. “La constancia te lleva a puerto seguro”, y trae a la entrevista sus casi 200 partidos en segunda división, otros tantos en segunda B y también en la división Preferencial “que es en canchas de tierra. Yo nunca abandoné, no me di por vencido. Hoy entiendo al fútbol europeo, interpreto mejor las cosas”.

Una constancia que, sin embargo, no le acompañó en los estudios. “Yo cursaba para ser ayudante de arquitecto, que es una carrera técnica, pero no la terminé. El fútbol no me dejó”. Pero el fútbol le ha dado tantas cosas, como disfrutar las ventajas de la popularidad. “Hoy me conocen en las calles, en los centros comerciales, y todo por el éxito de la vinotinto en la Copa América”, explica. “Esto ha ido creciendo mucho y eso es bueno, ese vínculo con la sociedad”.

Fedor admite que César Farías, el técnico de la selección, es un tanto cerrado en su trato, es puro fútbol, pero que en lo íntimo es hombre que se preocupa por las vidas personales. “Me sé manejar, me la llevo bien con él y con mis compañeros. Claro, uno tiene afinidades, y Tomás Rincón y Juan Arango son mis mejores amigos en el equipo”.

El “trabajo” de padre

Miku acaba de chequear en el teléfono celular de última generación, y no lo dice, pero seguramente estará buscando mensajes de Viviana, con quien se casó el año pasado. Ya no es solo el Getafe, los goles, la selección vinotinto. En el manojo de sus preocupaciones ha entrado al área, de lleno y con balón dominado, Nicole Alessandra. Su tamaño diminuto, su inocencia, sus manos pequeñas y su cara de ángel todo lo pueden, todo lo perdonan. El hombre se ha trasnochado bajo la serenata de su llanto parvulario, y se ufana por ser papá, el único papá de este mundo.

“Me gusta el trabajo de padre”, asiente. “Mis compañeros allá me dicen que no me ocupe de eso, que se lo deje todo a mi esposa, pero yo no puedo ser así”. El Día del Padre se acerca y Nicole Alessandra, aunque no tiene conciencia de la fecha, por el alboroto familiar sabrá que algo está pasando. Miku Fedor no está seguro de lo que Viviana y él van a hacer ese día, que será al día siguiente del partido ante Chile en Puerto La Cruz, pero saben que será la primera celebración en la que podrán levantar las copas y decir “felicidades, papá”.

Campamento para los chamos

Nicolás Fedor y Rafael Acosta no se andan con pequeñas para el trabajo. Apenas termine el partido contra Chile en Puerto La Cruz, regresarán a Caracas para montar un campamento infantil. Será del 22 al 24 de junio, que será inolvidable para los muchachos pues estarán junto a figuras de la selección vinotinto. La información puede solicitarla en el correo electrónico:  campamentomikuyrafa@gmail.com

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