martes , septiembre 17 2024

Mykonos y Santorini: infinito blanco y azul

Conocerlas es entregarse a una tranquilidad infinita, marcada por el contraste entre el blanco de las casas y el azul del mar. Cada rincón guarda recuerdos e historias de un pasado que se hace presente a través de museos y ruinas

Por Yesmín Sánchez — Fotografía: Daniel Di Giosía.

La aventura comienza en el puerto de Pireo (o Pireas) a 25 kilómetros de Atenas, Grecia, donde se encuentra el epicentro de la actividad marítima en torno a las más de dos mil islas que forman parte de ese país Europeo.

Se dividen en grupos, según su ubicación, a saber: Cícladas, del Dodecaneso, Jónicas, del Sarónico, Espóradas del Egeo Norte y Creta.

Si bien resulta difícil seleccionar cuál de todas las islas visitar (todas hermosas y cada una con su personalidad), una de las mejores opciones es hacerlo a través de un crucero, ya que ofrece la posibilidad de trasladarte de una isla a otra, de manera rápida y aprovechar las noches para la navegación, mientras que los días transcurren, acelerados, en cada uno de estos pequeños paraísos.

También existe la opción del ferry para conocer las islas principales, pero las distancias son largas y el tiempo promedio entre una isla y otra puede ser hasta de ocho horas (nada atractivo cuando se anda de vacaciones y cada minuto cuenta).

Finalmente, la más rápida y efectiva sigue siendo la vía aérea (los vuelos en promedio desde Atenas tienen una duración de 50 minutos).

Mykonos: la isla de las 365 iglesias

Considerada una de las más famosas de las islas cícladas, Mykonos es un espectáculo para la vista y los sentidos.

La típica arquitectura griega constituida por casas blancas con ventanas y puertas azules o rojas, se presenta ante usted a través de calles laberínticas.

De hecho, la recomendación es siempre mantenerse cerca de la costa al recorrerla caminando porque es altamente probable que llegue a perderse.

Si usted quisiera tener una iglesia diferente para visitar cada día, entonces Mykonos es el lugar. Una de las más famosas es la Iglesia de la Santísima Virgen Paraportiani, donde podrá admirar su gran cúpula azul que se combina con el mar.

Esta característica, contrasta con la gran cantidad de bares y sitios nocturnos que hacen de Mykonos uno de los lugares con el mejor ambiente de toda Europa.

Puede que sean apenas las seis de la tarde y ya podrá contar con un lugar en donde tomar una copa, bailar y desinhibirse como si transcurriera la madrugada.

Imperdible

Si hay algo que no debe perderse en Mykonos es caminar por las calles de la “pequeña Venecia”, ubicada en la parte baja del barrio de Castro y que se inspira en la construcción italiana, pero que, en lugar de canales, las casas son bañadas por el mar directamente.

Tampoco deje de visitar los famosos molinos de Mykonos, una estructura muy común en todas las islas cícladas y que recuerdan viejas épocas dándole un aire nostálgico a su visita.

Finalmente, esté muy atento a todas las esquinas, pues, en menos de lo que usted piensa, encontrará (rodeado de turistas pues ya están bastante domesticados), los Petros, pelícanos de un tamaño descomunal que le harán dudar sobre si se trata de una estatua o de un animal vivo.

Playas para todos los gustos

Es importante acotar, que Mykonos es una isla especialmente amigable con el público gay, lo que da una idea de la apertura de esa cultura y explica la existencia de playas nudistas como Paranga, Paradise y Súper Paradise. Si viaja en una onda más familiar, también encontrará playas tranquilas, protegidas por bahías como Ornos, Psarou y Agios Ioannis.

Santorini: La vida alrededor de un volcán

Podría decirse que la historia de Santorini, gira en torno a la erupción del volcán que convirtió la isla en un archipiélago en forma de media luna y que generó una topografía y unos de los paisajes más espectaculares del mundo.

Su nombre se debe a los mercaderes venecianos que comenzaron a llamarla Santa Irene, en honor a la patrona de la isla.

Existen narraciones que detallan cómo hacia 1628, hubo una gran erupción que hundió parte de la isla y de donde se cree que se inspiraron para generar el mito de la Atlántida.

Con ese origen, no es de extrañar que todo en Santorini sea sencillamente diferente: desde sus playas volcánicas con arenas oscuras, sus pueblos ubicados en el filo de un acantilado que puede alcanzar hasta los 400 metros para poder llegar al mar, sus construcciones en desnivel (el patio de una es el techo de la otra) que le harán sentir en las nubes, en fin, uno de los lugares más mágicos y en donde la intervención humana ha sido poco invasiva.

Oia y Fira: con vista al volcán

Son varias las recomendaciones que no debe perder al momento de visitar Santorini. Una de ellas es caminar sobre el cráter del volcán Nea Kemani, ya que es justo que, el causante de tanta belleza, obtenga algo de nuestra atención.

No se pierda la explicación de los diferentes colores del material volcánico presente en el cráter, ni deje de contar las 17 fumarolas que dan cuenta de la existencia de vida dentro del volcán (aunque gracias a Dios, dormido). Si observa desde el volcán hacia el acantilado de la isla principal, podrá ver las diferentes capas que se formaron en el momento de la erupción. Una vista irrepetible y sencillamente abrumadora.

La capital de Santorini, Fira, es un homenaje a la vista por lo luminosa, cálida y llamativa. Se conecta con el mar a través de un teleférico o de los 588 escalones que se deben compartir con los burros que suben y bajan a los turistas más arriesgados.

Al final del día, el lugar para disfrutar del mejor atardecer es el pueblo de Oia, en donde el sol se despide hasta el día siguiente en uno de los paisajes más hermosos que alguna vez haya imaginado.

También playas

Por su carácter volcánico, podría pensarse que Santorini no cuenta con playas. Nada más alejado de la realidad, pues a medida que te trasladas a los extremos de la isla, el acantilado se va reduciendo para dar paso a hermosas playas: Roja, Blanca y Pori.

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