domingo , septiembre 8 2024

Tal parece que Gabo también nació en Caracas

Oscar Medina @oscarmedina1

Era apenas un niño y ya en su cabeza flotaban imágenes de Caracas. Imágenes fantásticas donde la realidad cedía paso a los inventos. Para ese pequeño de Aracataca la ciudad lejana, vecina, era un lugar de asombro permanente. Un reino mágico donde todo el tiempo era “había una vez” y la poblaban princesas, hadas madrinas, terribles malvados y héroes de cuento.

Porque eso era lo que escuchaba Gabriel García Márquez: cuentos que tenían como escenario a lugares de la topografía caraqueña. La narradora de esas historias era misia Juana de Freytes. Mejor dicho, Juana Alcalá de Freites, quien llegó a aquel pequeño pueblo colombiano huyendo de las amenazas de la dictadura de Juan Vicente Gómez. Fue a ella, lo ha contado el propio Gabo, a quien le escuchó el primer “cuento formal”: el de Genoveva de Bravante, una heroína medieval, aunque con la particularidad de que lo conoció ambientado en Caracas. Misia Juana tenía el curioso hábito de situar en esa ciudad a la que tanto parecía extrañar las historias de Gulliver, del Quijote, del Conde de Montecristo, de la pobre Cenicienta y de cuanta cosa se le ocurriera.

Cualquiera que haya hurgado en las páginas biográficas y autobiográficas de García Márquez identificará esta simpática anécdota. Pero solo quien haya tomado la punta de ese hilo para adentrarse cada vez más en la vida del autor podría establecerlo como lo que es: la primera conexión del escritor colombiano con la capital venezolana. Y ese es parte del acierto del empeño obsesivo del periodista Juan Carlos Zapata: recuperar para la memoria colectiva los nexos del Gabo con el país de al lado y lo importante que resultó esta conexión en la historia de este verdadero maestro de la literatura y del periodismo.

De hecho, Juana llegó a Aracataca primero que el Gabo. Y le ayudó a nacer. Eso lo estoy leyendo en la nueva edición corregida y aumentada del libro “Gabo nació en Caracas no en Aracataca”, que Zapata se propone lanzar muy pronto para saldar una vieja deuda consigo mismo de completar lo que ya presentó en el año 2007 con la publicación de la primera versión —editorial Alfa- de este valioso documento que rememora, recoge y examina hasta las más pequeñas conexiones de Gabo con Venezuela y su capital.

Porque fue aquí, en “la infeliz Caracas” en la que Gabo fue “feliz e indocumentado” donde el colombiano cimentó su no menos extraordinaria carrera como reportero. El 28 de diciembre de 1957, García Márquez tomó un avión en Londres para aterrizar en el aeropuerto de Maiquetía: a los 30 años empezó a conocer de verdad a la urbe de sus fantasías infantiles. Llegó invitado por su amigo Plinio Apuleyo Mendoza para sumarse al equipo de la revista Momento. Y todavía habituándose al paisaje del Ávila le tocó ser testigo —y narrador- de la caída del régimen de Marcos Pérez Jiménez.

Sus textos de entonces —los de Momento y la revista Élite- fueron recogidos en el libro Cuando era feliz e indocumentado.

Sobre la fantástica Caracas que le narró Juana, escribió García Márquez que siempre fue: “la ciudad fugitiva de la imaginación, con castillos de gigantes, con genios escondidos en las botellas, con árboles que cantaban y fuentes que convertían en sapos el corazón, y muchachas de prodigio que vivían en el mundo al revés dentro de los espejos. Por desgracia, nada es más atroz ni suscita tantas desdichas juntas como la maravilla de los cuentos de hadas, de modo que mi recuerdo anticipado de Caracas siguió siendo el de siempre: la infeliz Caracas”.

Pero también dijo sobre su vida aquí: “fui un hombre feliz porque nunca más desde entonces me volvieron a ocurrir tantas cosas definitivas por primera vez en un solo año”.

Aquí, nos recuerda Zapata en su libro, García Márquez no solo deslumbró con su forma de encarar el periodismo. Presenció el nacimiento de la democracia venezolana. También terminó de pulir El coronel no tiene quien le escriba, hizo los cuentos de Los funerales de la Mamá Grande, formó el primer hogar que tuvo con su esposa Mercedes Barcha —en San Bernardino- y forjó amistades entrañables. Pero además se le clavó la espina de haber perdido un concurso de cuentos que creyó ganado de antemano —el de El Nacional- y se afilió por primera vez a un partido político, el Movimiento al Socialismo, de Teodoro Petkoff.

Caracas, claro, le dio mucho más. Por ejemplo: la idea para escribir El otoño del patriarca. Y sobre todo eso que no cabe en esta página trata el libro de Juan Carlos Zapata que justo en este momento tengo la fortuna de leer por adelantado…

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